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“Los anabaptistas y la separación de iglesia y estado,” Tomo IV:156-151
Por:  Israel Irizarry Aldea

            (Israel Irizarry, miembro activo de la Iglesia Bautista Emanuel en Mayaguez desde 1979 y graduado de la Ingenieria de Computadorasdel Colegio de la Sultana del Oeste, estudia Maestria en Estudios Biblicos en Luther Rice Seminary luego de sus estudiosen el Seminario Teologico Bautista de Puerto Rico. Aunque usael vocablo “Anabaptistas,” otros escritores prefieren llamar a estos cristianos “Anabautistas.”)

 

            Durante el siglo XVI surgió en Europa, comenzando desde Alemania, lo que hoy se conoce como la Reforma Protestante. Este movimiento comenzó con un monje llamado Martín Lutero y sacudió los cimientos de la iglesia católica romana. La doctrina de la salvación por gracia por medio de la fe hizo que la iglesia católica se dividiera y con ello todo el sistema político y religioso de la época.

            En medio de todo el tumulto provocado por las reformas propuestas por Lutero y sus seguidores, hubo grupos de creyentes que llevaban otra protesta. Estos grupos tienen orígenes que se pierden en la Edad Media. La protesta de ellos iba mucho más lejos que la de Lutero. Y por esa razón fueron perseguidos tanto por la iglesia católica romana como por los protestantes.

            Entre los mencionados grupos se encontraban los anabaptistas. Estos fueron precursores de los actuales bautistas y su influencia fue tan poderosa que se ha dejado sentir hasta el presente.

 

Origen de los anabaptistas

 

            Antiguamente se trataba de definir a los anabaptistas de una forma monocorde, pero esto ya no es posible. Se pretendía concretar el movimiento en cuatro etapas comenzando con los profetas de Zwickau y terminando con la catástrofe de Münster o llamándolo el ala radical de la Reforma.  Pero los estudiosos reconocen en ellos un asunto más complejo, cuyas raíces se hundían en los siglos anteriores y que entre sus líderes llegó a haber distinguidos humanistas. Se sabe que se difundieron por Europa con gran rapidez y que tuvieron un número mayor de adherentes del que se había imaginado.[1]

            Parte de la atmósfera intelectual y moral del hombre común del siglo XVI eran los levantamientos sociales, muchas veces impregnados de crudos sentimientos religiosos.  Estos levantamientos habían ocurrido casi cada década desde finales del siglo XV.  Las influencias de estos levantamientos fueron avivadas por la Reforma, ya que ésta hizo mover todas las cosas.  De esta forma, se vuelve imposible trazar una línea clara entre la rebelión social y el movimiento anabaptista.  Hay algo de verdad al decir que los anabaptistas fueron los revolucionarios de la época de la Reforma.[1]

            Sin embargo, la característica religiosa del anabaptismo tenía muy poco que ver con los estallidos de anarquía social; estaba ligada más bien a profundos conceptos cristianos.  Hubo dos conceptos básicos que dividieron a los cristianos.  El primero de estos conceptos es que la iglesia era un arca:  bastaba con entrar a ella para ser salvo.  Este concepto de la iglesia permitía la entrada a los infantes, y los sacramentos capacitaban para recibir todas las bendiciones de Dios.

            El segundo de los conceptos era que la iglesia era un faro:  solamente los que poseían la luz de Dios debían entrar.

            El concepto de la iglesia como un arca llegó a ser predominante, principalmente a través de la iglesia católica romana.  Este concepto estaba impregnado de paganismo y superstición.

            A pesar del predominio del concepto de la iglesia como arca, los que pensaban en ella como un faro no pudieron ser eliminados.  De igual forma que sus opositores, estos tenían también algunos errores de mayor o menor importancia.  Hubo momentos en que estos grupos llegaron a ser muy numerosos e importantes, tanto que sus opositores los incluyeron en la historia.  Y esto es significativo si se tiene en cuenta el poder de los grupos católicos y denominados ortodoxos.[2]

            La historia demuestra que siempre hubo grupos que confiaban más en la autoridad de las Escrituras que en la autoridad eclesiástica o que simplemente se oponían a la maquinaria eclesiástica y querían una iglesia de miembros regenerados.  Entre estos pueden nombrarse a los montanistas del siglo II; los donatistas de los siglos IV y V que buscaron separación del estado; los paulicianos del siglo III que buscaban un cristianismo bíblico; los nestorianos de los siglos IV y V que negaban que María fuese madre de Dios.

            Hubo grupos que denunciaron la dependencia en las buenas obras para salvación.  Durante la Edad Media surgieron otros grupos:  bogomilos, cátaros, albigenses, petrobrusianos, arnaldistas, enricanos, valdenses y otros que se rebelaron contra las perversiones de las doctrinas neotestamentarias. [3]

            Según algunos historiadores, la existencia de las sectas mencionadas explica el surgimiento de los Anabaptistas.  Las opiniones de los anabaptistas surgieron en distintos lugares de Europa durante el siglo XVI.  Se sabe de “círculos de oración” en Basilea en 1514, en Suiza en 1515, en Maguncia en 1518 y en Augsburgo algo antes.  Para 1524 había “círculos de oración” en Francia, Holanda, Italia, Sajonia, Franconia, Estrasburgo y Bohemia.[4]  No se puede establecer que haya conexión entre los distintos grupos que estaban surgiendo, pero aparentemente el lugar donde salieron a la luz pública fue en Zurich.[5]

                          En enero de 1525, un grupo de discípulos de Zuinglio desanimados con la actitud de éste practicaron por primera vez el bautismo sobre una confesión de fe. La designación de “anabaptistas” (término griego correspondiente a “rebautizadores”) tendió luego a aplicarse a todos los disidentes, incluso a los que (como los “espiritualistas”) no practicaban el bautismo.[6]

            La forma súbita pero organizada en que aparecieron demuestra que, aunque no se les hubiera tomado en cuenta anteriormente, existían grupos de fieles cristianos neotestamentarios, o que se esforzaban en serlo, esparcidos por Europa siglos antes de la Reforma. Si no hubiesen existido antes, es poco probable que apareciesen de un momento a otro en la forma desarrollada en que estaban. Y una vez que surgieron, se volvieron uno de los grupos más odiados y perseguidos de la era de la Reforma. Serían perseguidos por los católicos romanos, los luteranos, los calvinistas y los anglicanos.

            Hasta 1524, las asociaciones de personas piadosas se reunían para la edificación mutua pero no se apartaban de la iglesia corrupta o negligente. Pero en junio de 1524 se reunió un grupo de delegados de las “asambleas de oración” en casa de Baltasar Hubmaier, en Waldshut. Allí, Biblia en mano consultaron como organizar sus vidas cristianas conforme al Nuevo Testamento. Los hermanos resolvieron separarse de la iglesia papal; publicaron una Guía para la vida cristiana, y redactaron una declaración de los principios en los cuales creían. Protestaron contra cualquier eficacia milagrosa de los sacramentos y sostuvieron que el bautismo sólo es eficaz cuando es recibido en fe. Más tarde esto los condujo a las ideas bautistas. Fue en Augsburgo en 1526 donde probablemente adoptaron el bautismo de adultos como la creencia que había de ser distintiva en ellos. De Augsburgo surgió un sínodo general que incluía delegados de distintos lugares y que redactó una declaración de verdad doctrinal. A partir de este sínodo se formó una organización donde todos los ancianos, diáconos y pastores de un distrito elegían entre ellos delegados que formaban un Concilio de distrito. El Concilio por su parte nombraba anualmente a uno de sus pastores como obispo o superintendente. El superintendente tenía la autoridad para ordenar por medio de la imposición de manos. Así quedaron organizados en forma correspondiente a las iglesias presbiterianas.[7]

Características del movimiento

 

            Brevemente se puede resumir que hubo tres cosas que caracterizaban a los anabaptistas:  aparecieron repentinamente sobre áreas extensas; su doctrina fundamental era el bautizar sólo a creyentes; y la conciencia de una estrecha comunión con Dios.

            Había otras características que definían más claramente el carácter de los anabaptistas.  Según el testimonio de su enemigos estas comunidades de cristianos piadosos vivían vidas tranquilas y temerosas de Dios.  Creían en todos los artículos del Credo de los Apóstoles pero eran fuertemente anticlericales.  Objetaban la constitución y las ceremonias de la iglesia medieval.  Insistían que el culto se celebrara en el vernáculo; objetaban todas las fiestas eclesiásticas, todas las bendiciones de edificios, cruces y cirios.  Alegaban que Cristo no dio a los apóstoles estolas o casullas.  Se mofaban de la excomunión, las indulgencias y las dispensas.  Declaraban que no había gracia regeneradora en el bautismo infantil.

            Practicaban los preceptos de la caridad cristiana, preferían vestir a los pobres que adornar las paredes de las iglesias, mantenían escuelas y lazaretos.  Según la crónica de Sebastián Frank, muchos se bautizaron y fueron atraídos a los anabaptistas.

               “Porque sólo enseñaban amor, fe y crucifixión de la carne, manifestando paciencia y humildad bajo muchos sufrimientos, rompiendo el pan entre sí con verdadero espíritu de ayuda, prestando, dando, aprendiendo todas las cosas en común y llamándose unos a otros ‘hermanos.’”[2]

            El culto público era en las casas de ellos y tomaba forma de lectura y comentario de las Sagradas Escrituras. Tenían un himnario doctrinalmente sano, cuyo tema principal fue el amor de Dios. Sustituyeron el bautismo infantil por una ceremonia en que los niños eran consagrados a Dios. 

            El bautismo era visto como señal de la conversión y de la consagración al culto y servicio de Dios. Administraban el bautismo con la persona arrodillada ante la congregación y se hacía por aspersión. La Santa Cena se preparaba solemnemente y se hacía en días predeterminados. Todas las funciones eclesiásticas estaban a cargo de diáconos, ancianos, maestros y pastores. Sólo pastores ordenados por medio de la imposición de manos podían dispensar los sacramentos.

 

Las Doctrinas

 

            Hubo una doctrina común a todos los grupos de verdaderos anabaptistas: la insistencia en el bautismo de creyentes solamente. Esta doctrina enseñaba que aplicar el agua, común o bendita, no tenía valor para salvación. Antes del bautismo el candidato tenía que experimentar la fe personal y haber tenido un encuentro con Dios y su gracia salvadora.

            Otras doctrinas se agrupaban sobre la base neotestamentaria de la salvación. La salvación es individual, es un asunto entre el hombre y su Dios, por lo tanto, no puede haber coerción alguna; es necesaria la libertad de conciencia. Por otra parte, la religión es un asunto aparte de la relación del hombre con el estado o la sociedad. No puede existir unión entre la iglesia y el estado, no puede existir nada que ate al pueblo de Dios con la sociedad o el gobierno civil.[3]

            Fuera de las tres creencias mencionadas arriba – el bautismo de creyentes solamente, la libertad de conciencia y la separación de la iglesia y el estado – que eran comunes a todos los verdaderos anabaptistas, otras doctrinas reflejaban una gran diversidad.  Entre las otras doctrinas se podía encontrar un marcado literalismo bíblico, pero también misticismo y panteísmo; algunos se aferraban a creencias medievales; hubo algunos que fueron radicales y violentos y se preparaban para el retorno de Cristo.

            Sin embargo, los verdaderos anabaptistas anhelaban fervientemente servir a Dios, sabiendo que responderían directamente a Él y trataban de vivir de acuerdo al espíritu y las enseñazas del Nuevo Testamento.

            Debido a que los anabaptistas desarrollaron una fuerte individualidad no es posible clasificar sus creencias en un sistema que pueda expresar la base teológica de todo el movimiento.  Hay relatos, tanto favorables como contrarios, que demuestran que las diferencias doctrinales eran tan numerosas entre ellos que no pueden ser registradas claramente.  Especialmente porque muchas están superpuestas a las otras.  Según Sebastián Frank, “Hay más sectas y opiniones que no conozco y no puedo describir, pero no creo que hay dos que concuerden entre sí en todos los puntos.”[8]

            Aunque se pueden describir las ideas enseñadas por algunos hombres notables del movimiento, y llegar a conocer algo de la popularidad de ciertas ideas entre los distintos grupos, hay que reconocer que ningún gran líder impuso sus ideas a todos los anabaptistas.  Además, las ideas de los hombres prominentes no siempre fueron las de los que estaban en la base del movimiento.

            Ciertamente la calidad y el origen de sus líderes principales tuvo que ver con las doctrinas que propulsaron, aun cuando no fueran las de todo el movimiento.  Entre los principales líderes se encontraron Baltasar Hübmaier y Hans Denck.

            Hübmaier fue un distinguido erudito y profesor de teología en Ingolstadt, abandonó sus posiciones y se retiró a Wadshut por motivos de conciencia.

            Hans Denck fue un notable humanista miembro del “Círculo de Erasmo” de Basilea, considerado como el más versado helenista de la comunidad.  Las enseñanzas de Denck están marcadas por las ideas de los místicos.  Creía que el hombre tenía una chispa divina en su interior que le instaba a andar en los caminos de Dios, y que el hombre siempre podía mantenerse fiel al monitor íntimo:  Cristo.  Fue Denck el que llevó más lejos la doctrina de la resistencia pasiva, diciendo que ningún cristiano verdadero podía llegar a ser magistrado o soldado.

            Conrad Grebel, también miembro del “Círculo de Erasmo,” pertenecía a una de las familias patricias de Zurcí, abandonó todo para convertirse en evangelista itinerante.  Con estos tres ejemplos basta para refutar la idea de que los anabaptistas eran fanáticos ignorantes.

            Aparte de los mencionados anteriormente hubo líderes como Melchior Hoffman, cuyos seguidores llegaron a llamarse ”melchoristas,” que siguieron conceptos apocalípticos y milenarios.  Hoffman también creía en la reencarnación.

            Algunos han llegado a clasificar a algunos anabaptistas como comunistas, en parte por lo que se llamó el comunismo de Münster.  Dicha situación se formó al tomar los anabaptistas el poder dentro de la ciudad y ser sitiados por los católicos.  Fue necesario compartir todas las cosas, al principio voluntariamente y luego por necesidad.  Fue allí también donde surgió la única mancha, e imborrable, en los anabaptistas de Münster:  la declaración de la poligamia.  Ésta fue promulgada por los líderes dada la situación de sitio y la condición de un número de mujeres que cuadruplicaba el de hombres dentro de la ciudad.  Aparentemente lo más importante en ese momento es que el líder principal Jan Bockelson (Juan de Leyden) aparentemente se había enamorado de una de las jóvenes viudas, pero como el era casado, la única forma de tenerla era a través de la poligamia.

            Dadas las variantes en las enseñanzas de los anabaptistas, estos llegaron a ser fuertemente criticados, y muchos muertos bajo horribles torturas.  Aunque no se podía justificar los crímenes contra ellos, algunas de las creencias sirvieron como pretexto  Jorge P. Fisher señala una creencia que aparentemente era común entre los anabaptistas:

              Por regla general creían que muchos de su número disfrutaban de una inspiración personal hasta profética, que les elevaba al mismo nivel de los autores bíblicos, si no es que les hacía independientes de la revelación escrita.[9]

            Pero aunque muchos llegaron a menospreciar la instrucción, se les conoce más por buscar en la Biblia el modelo para todo su comportamiento.  Les caracterizó más la enseñanza de que el sermón del monte debía entenderse literalmente, que sus preceptos eran la norma de la vida cristiana.[10]

 

Aporte teológico

 

            Según John Howard Yoder, los grupos que formaron lo que realmente fue la reforma radical, eran grupos capaces de sobrevivir, socialmente viables.  De ellos se desprende el siguiente aporte teológico.[4]

      1)   Una forma particular de comunidad visible:

            a)   Una comunidad voluntaria; adhesión por el bautismo de adultos, basado en la decisión del individuo.

           

            b)   Una comunidad económica; los bienes se comparten.

 

            c)   Una comunidad misionera; debido a que no está ligada a un país o gobierno.

           

            d)   Una comunidad local; la congregación sola con la Palabra y el Espíritu es responsable de su gobierno.

           

            e)   Una comunidad ordenada; cada miembro era llamado al cumplimiento de sus votos de discipulado.

           

      2)   Una hermenéutica bíblica particular:

            a)   Concepto cristocéntrico de la pertinencia de la Biblia a la Reforma.  Se trataba de “volver a la fuente” para                     restaurar el cristianismo original.

           

            b)   Concepto histórico de la Biblia; subrayan el movimiento del Antiguo Testamento hacia el Nuevo Testamento.

           

            c)   Hermenéutica congregacional; el significado de un texto no depende de un filólogo solamente sino del                        proceso de diálogo dentro de la congregación.

           

            d)   Hermenéutica crítica; el criterio de la Palabra juzga la cultura y el espíritu de los tiempos

           

            e)   Hermenéutica abierta; no hay credos; el trabajo no se cierra; mañana se discutirá otro tema.

     

      3)   El rechazo del poder político al servicio de la iglesia:

            a)   Libertad de la Iglesia; el único derecho o deber del gobierno es dejar a cada uno libertad de expresar su fe.

 

            b)   Libertad del Estado; el gobierno no debe ser instrumento de ningún propósito eclesiástico.

           

            c)   Liberación de la violencia; el pacifismo está basado en una ética cristológica de la cruz, “seguirle a Él” es la                    clave del concepto ético.

 

            Concluimos, pues, que los anabaptistas fueron un grupo o varios grupos de creyentes para quienes la norma principal fue la sujeción a las Escrituras, pero particularmente al Nuevo Testamento.  Su rechazo a una iglesia institucional en componenda con el estado, a los sacramentos que ofrecen gracia salvadora y a la coerción a la conciencia del pueblo, les hizo uno de los grupos más odiados, tanto de los católicos como de los protestantes.

            Les distinguía su compromiso de amor y caridad cristianos y el estar dispuestos a ir a la muerte por sus creencias.  No se caracterizaron por un grupo de creencias homogéneas pero sí por una integridad de carácter y propósito que fue alabada aun por sus detractores.

            Sus orígenes y manifestación, particularmente durante la era de la Reforma, hacen posible pensar que la iglesia neotestamentaria primitiva nunca desapareció realmente.  Parece ser que, como en los tiempos de Elías, el Señor se había reservado más de siete mil rodillas que no se inclinaron ante Baal.     

                                          

            Hoy, todos los cristianos están en deuda con los anabaptistas, aunque solamente fuera por la separación de iglesia y estado.

   

[1] Lindsay, 341.

[2] Robert A. Baker, Los bautistas en la Historia (El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 1965), 39.

[3] Baker, 40.

[4] Lindsay, 343.

[5] Justo L. González, Historia del Cristianismo, Vol 2, (Miami:  Editorial Unilit, 1994), 66.

    [6]John H. Yoder, Textos Escogidos de la Reforma Radical (Buenos Aires:  Editorial La Aurora, 1976), 10.

    [7] Lindsay, 344.

[8]Lindsay, 345.

[9]Jorge P. Fisher, Historia de la Reforma,(México: Casa de Publicaciones El Faro, 1957), 424.

[10]Juan C. Barreto, La reforma religiosa del siglo XVI,(Buenos Aires: Casa Bautista de Publicaciones, 1959), 189.

[1]..Thomas M Lindsay, Historia de la Reforma, Vol. 2,(Buenos Aires:  Editorial La Aurora, 1959), 340.

[2].. Lindsay, 344.

[3].. Baker, 42.

[4].. Yoder, 44.

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