El cristiano y su deber cívico
Por: Dr. Donald T. Moore
Nos encontramos en pleno tiempo de campañas políticas, tanto a nivel local como nacional. El pueblo evangélico, tanto local como nacionalmente, se encuentra además delante de una oportunidad que ocurre, por lo regular, una vez cada cuatro años – las elecciones generales. Se trata de la oportunidad de afectar la política pública, de tal manera que mejore el bienestar y la calidad de vida de todos.
Existen circunstancias de peso que hacen de esta oportunidad una que trae consigo retos y controversias. Entre estas se encuentran los siguientes factores.
1. Igual que en el electorado general, sólo una mínima parte de los evangélicos acuden a las urnas.
2. Hoy, más que nunca se ataca el papel y la presencia de la religión en círculos públicos, malinterpretándose el principio de separación de iglesia y estado.
3. Unos pocos líderes políticos reconocen públicamente que su responsabilidad civil debe reflejar sus principios morales.
4. Se debaten en diferentes foros (locales y nacionales) temas de trascendencia social y moral, como:
a. Reconocimiento de homosexuales
b. Matrimonios entre parejas del mismo sexo
c. SIDA
d. Aborto
e. Clonación
f. Corrupción
g. Pobreza
h. Educación
i. Salud pública
j. Crimen
k. Drogas
l. Maltrato y abuso
m. Tráfico humano
n. Medicación y legalización de drogas
o. Cambios a Código Moral, Penal, de Familia
p. Nombramiento de jueces asociados del Tribunal Supremo
5. Estos asuntos son una plataforma sobre la cual el pueblo evangélico ha encontrado un frente común. Por tal razón, algunos han entendido necesario levantar la voz de alerta y de protesta.
A pesar de todo esto, el pueblo cristiano no está de acuerdo en cuanto al alcance o grado de su responsabilidad cívica. Algunos piensan que la política es corrupta, por lo que los “santos” no deben participar. Otros, que no es necesario participar porque el cristiano es ciudadano del cielo y sólo aguardamos la llegada de Cristo (Fil 3:20). Los Testigos de Jehová entienden que participar en cualquier área de política pública equivale a colaborar con el diablo, ya que la Palabra enseña que él es el príncipe de este mundo (1 Jn 5:19). Otros piensan que debemos expresarnos únicamente mediante la voz y el voto. Finalmente, hay los que entienden que las Sagradas Escrituras proveen para y demandan una participación activa de parte del pueblo de Dios en la arena pública.
La base para el compromiso cívico cristiano
Primero, participamos en la vida pública porque Dios creó al primer hombre a Su imagen y semejanza, dándole como primera responsabilidad la mayordomía de Su creación (Gn 1:27-28). El hecho de que el pecado haya cambiado la condición del hombre, y su relación con la tierra, no le exime de su llamado divino de gobernar sobre la creación.
Este punto nos conduce al segundo – Jesucristo es el Señor sobre cada área de la vida. En Él fueron creadas todas las cosas (Col 1:16-17), y por Él todas las cosas son sujetadas. Limitar nuestra mayordomía a la esfera privada sería no hacer caso de parte del dominio del Señor, y en esencia entregársela al maligno. Por otro lado, restringir nuestra participación política a asuntos que se refieren a lo privado o doméstico sería negar la soberanía absoluta del Rey de reyes y Señor de señores (Ap 19:16).
El tercer punto se relaciona con el anuncio por parte de Jesús de que el reino de Dios había llegado. Era un reino en el cual se predicaba justicia, paz, restauración y sanidad para todos (Is 61:1-3), al judío primero y también al griego. El llamado de Dios es para que la iglesia hable proféticamente a la sociedad y trabaje hacia la reforma de sus estructuras e instituciones.
Cuarto, como cristianos y ciudadanos, es nuestro deber auspiciar al gobierno mientras éste busca cumplir con el mandato divino de obrar justicia (Ro 13:1-7). Debemos además orar por los que están en eminencia (1 Ti 2:2). Sobre todo, el cristiano es llamado a ser luz para el mundo y sal de la tierra (Mt 5:13-16). Cuando el cristiano hace justicia, da testimonio de una visión distinta y da gloria a Dios.
El enfoque del compromiso cívico cristiano
Como cristianos, creemos en la autoridad absoluta de las Escrituras y que debemos someternos a ella en cada área de nuestras vidas (1Ti 3:16-17). Por tal razón, nuestras normas de criterio siempre deben ser desde la perspectiva del orden moral establecido por Dios. No obstante, no todos los temas sociales y políticos que se discuten en la actualidad se tratan en la Biblia. Por lo tanto, para ser efectivos en el ejercicio de afectar la política pública de manera bíblica, debemos tener, además de conocimiento bíblico, conocimiento amplio de todos los aspectos sociales, económicos y políticos de nuestros pueblos. Además, debemos conocer a fondo aquellos a quienes Dios ha puesto para gobernar y todos los que aspiran a puestos electivos.
La Biblia deja claro que a Dios le interesa el bienestar del matrimonio y de la familia, la santidad de la vida humana, la justicia para los pobres, el cuidado de la tierra, la paz mundial, y la igualdad de derechos y de libertad para todos. Cristianos fundamentados en la Palabra de Dios e instruidos en los temas de la actualidad pueden afectar la sociedad en la que viven, las instituciones que la sostienen y los individuos que la gobiernan. Lamentablemente, algunas encuestas revelan que entre el pueblo puertorriqueño en general existe apatía de ir a las urnas:
1. El Nuevo Día (17 mayo, 2004) – “Pesimista el Elector”
2. El Nuevo Día (19 mayo, 2004) – “Gran descontento con los candidatos provoca cifra récord de abstención (16%) e indecisos(8%)”
3. Primera Hora (9 agosto, 2004) – “Huyen de la política los jóvenes – no creen que harán una diferencia”
Además, la mayoría de los que votan lo hacen dirigidos por tradiciones de familias y por la costumbre de “rajar la papeleta”; esto es, votar por un partido íntegramente, sin considerar candidatura, plataformas, ni posiciones sobre asuntos relevantes(El Nuevo Día 2 mayo, 2004).
¿Envolverse en asuntos políticos acaso no desvía la atención de los cristianos de su verdadera misión?
Desde un principio, Dios llamó al hombre a gobernar y a cuidar de la creación. Hacia estos fines, el hombre ha vivido en familias, tribus y clanes, reinados e imperios, y hoy en naciones-estados que son parte íntegra de una comunidad global. Los gobiernos y gobernantes han sido puestos por Dios para mantener el orden público, velar por los derechos de sus ciudadanos, y promover el bien común.
Podemos en Puerto Rico dar gracias a Dios por vivir en una democracia donde el gobierno es del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Los ciudadanos participan en el gobierno eligiendo a sus representantes, utilizando los recursos habidos para asegurarse de que representan sus intereses, y haciéndoles responsables de velar por la sociedad y por sus instituciones.
Podemos además, dar gracias a Dios por las libertades que son parte de la democracia, entre ellas, la libertad de expresión, de prensa, de reunión, y de culto.
El pueblo evangélico participa en el sistema de gobierno “de facto.” Es contado en el censo, está sujeto a las leyes, y paga contribuciones, entre otras responsabilidades. Pero además de sus deberes como ciudadanos, los cristianos deben buscar participación en los procesos políticos y deben tener representación en los foros políticos como parte de su Gran Comisión de evangelizar al perdido. La voluntad de Dios es que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 Pe 3:9). El cristianismo debe alcanzar no sólo todas las naciones, sino también toda rama del esfuerzo humano. Sin la debida participación en los procesos y sin la representación del pueblo evangélico en las esferas políticas, nadie puede garantizar que la libertad para predicar las buenas nuevas de salvación en Jesucristo va a permanecer. También la participación y representación permite oportunidades para ser sal y luz en un mundo que está en tinieblas y corrompiéndose cada día más. La verdadera libertad está en conocer la Verdad de Dios (Jn 8:32). La realidad es que los gobiernos pueden reformar sus códigos, sus estructuras, sus instituciones y sus sistemas electorales, pero solamente la presencia del Espíritu Santo en los cristianos comprometidos con su deber cívico puede transformar al hombre y a la sociedad en que vive.
¿Es importante el carácter moral de los líderes políticos?
Las páginas de la prensa en tiempos recientes dan testimonio de que la respuesta es un afirmativo rotundo. A continuación una muestra de algunos titulares:
1. El Nuevo Día (9 junio, 2004) – “Corruptos, segundones y malos administradores”; “El liderato político no genera entusiasmo porque el pueblo los ve a todos igualitos.”
2. Revista Time (21 junio, 2004)(relacionado con campaña presidencial):
a. ¿Creen que los valores morales deben guiar a nuestros líderes políticos? 56% -- Sí
b. ¿Hace a un líder más fuerte su fe? 48% -- Sí
Las Escrituras tratan con las cualidades de líderes civiles y religiosos, y son enfáticas en que las cualidades personales y el carácter moral de una persona son prerequisitos para servir. Cada vez que ejercemos el derecho al voto debemos preguntarnos acerca de la condición moral del candidato, su capacidad intelectual, su testimonio público, y su posición ante los principales temas sociales, económicos, culturales y políticos de actualidad.
Después del fracaso de Saúl, Dios escogió a David, un hombre que no era perfecto, pero sí era conforme a Su corazón. (1 S 13:14); en otras palabras, un hombre de ideales elevados, un corazón recto, alguien en quien se podía confiar. En la reserva moral y espiritual de este gobernante descansaba la esperanza de una nación, y de su linaje nació la esperanza de la humanidad – Jesucristo, el Único y Verdadero Mesías.
David, como otros, algunos de los cuales están en el Salón de la Fama de la Fe (He 11), da testimonio de que uno puede ser siervo de Dios y servidor público a la misma vez. La Palabra de Dios nos exhorta y nos alienta de la siguiente forma:
Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra; Mas cuando domina el impío, el pueblo gime(Pr 29:2).
El rol de la Iglesia local
Debido a que la iglesia es una realidad espiritual dentro de un mundo que participa de la obra de redención del Señor, ella es más que una congregación de creyentes. La iglesia participa de la obra redentora de Cristo en el mundo (Ef 1:22-23; 2 Co 5:19). La iglesia es agente de la gracia salvadora de Cristo – trae a otros a Cristo, pero también es agente de la gracia común – mediante su participación en la renovación cívica.
Dios llama a la Iglesia a la vocación de proclamar todo el consejo de Dios (Hch 20:27), persuadiendo acerca del Reino de Dios (Hch 19:8), con la autoridad de Dios mismo (Mt 28:28). Como parte de este deber, la iglesia local es el instrumento que Dios utiliza para capacitar a Su pueblo para la obra del ministerio.
Por razones de ética ministerial y por limitaciones establecidas a la iglesia como un ente legal ante el estado, los pastores y líderes no pueden utilizar el púlpito para hacer endosos partidistas. Ahora bien, como parte del mandato a discipular y a enseñar que establece la Gran Comisión, es parte de su responsabilidad ocuparse de que la educación cristiana de los feligreses les capacite para ser iluminados dentro de la experiencia de la iglesia, y que a su vez sean luminares dentro de sus comunidades.
Los cristianos, como buenos ciudadanos, tienen un compromiso cívico que deben llevar a cabo con un balance entre discernimiento espiritual, conocimiento práctico, y participación activa. Deben estar bien informados si han de ejercer su presencia y su influencia en foros políticos y sociales. Los cristianos – ciudadanos del reino de Dios – deben ser los mejores calificados para impactar el reino humano.
Sobre la necesidad de votar a conciencia cabe señalar los siguiente titulares (ambos de El Nuevo Día):
1. (15 marzo, 2004) – “Clamor por un voto de conciencia” (Arzobispo de San Juan Roberto González)
2. (2 agosto, 2004) – “El voto bien informado es una pieza fundamental para mejorar la calidad de nuestra democracia” (Luis A. Ferre Rangel)
La iglesia local es responsable de enseñar que aunque el Señor estableció el gobierno y sus autoridades, también estableció sus límites. Mientras los cristianos deben dar al César lo que es del César, deben dar a Dios lo que es de Dios (Mt 22:21). Sólo Jesús es el Señor, y Su reino, Su poder y Su gloria es sobre todo y sobre todos. Hemos de someternos a las autoridades cuando obedecen y obran conforme a la justicia de Dios (Tit 3:1). Pero hemos de resistir cuando ejecuta su poder de forma injusta (Hch 5:27-32).
Finalmente, el Señor Jesús nos dio el gran mandamiento de amarnos los unos a los otros (Jn 13:34-35). El ministerio de compasión, de transformación, y de renovación para con todo prójimo comienza en la iglesia y desde la iglesia.
Comentario final
La historia pasada revela que la participación del pueblo evangélico en la política ha tenido grandes aportaciones, tales como libertades civiles, abolición de la esclavitud, derechos de la mujer, valor de la vida humana, educación, salud y medicina, compasión de los pobres, y sistemas de gobiernos y justicia, entre otros. La realidad actual, y una confirmación sobre el papel de la iglesia, se ve en la primera plana de El Nuevo Día del pasado 11 de abril, con el siguiente titular: “Urgente la unidad de las iglesias – Pastores y sacerdotes son llamados a echar a un lado sus diferencias para atacar los males sociales.”
Según el teólogo John Stott: “Hay en nuestra sociedad contemporánea una gran necesidad de cristianos que se lancen al debate público ... que se organicen y participen para promover la agenda de Dios. Será por el fervor hacia Dios y el amor hacia el prójimo que buscarán la renovación de la sociedad.”
El Presidente Abraham Lincoln dijo: “Es deber de todas las naciones, y de los hombres, mantener su dependencia del soberano poder de Dios [ ... ] y reconocer la sublime verdad, anunciada en las Sagradas Escrituras y confirmada por toda la historia, que solo son bendecidas las naciones para las cuales Dios es el Señor.”
Salomón dijo: “La justicia engrandece a la nación; mas el
pecado es afrenta de las naciones”(Pr 14:34).
El salmista resumió: “Jehová hace nulo el consejo de las
naciones, y frustra las maquinaciones de los pueblos. El consejo de Jehová permanecerá para siempre; los pensamientos de su corazón por todas las generaciones. Bienaventurada la nación cuyo Dios es Jehová, el pueblo que él escogió como heredad para sí”(Sal 33:10-12).
Referencias Utilizadas
Sitios en Internet:
Christian Answers
Jehovah’s Witnesses
National Association of Evangelicals
Periódicos y Revistas:
Christianity Today
El Nuevo Día
Ethics & Religious Liberties -- SBC
Primera Hora
Libros:
Cristianismo y Cultura, J. Gresham Machen
El Cristianismo y la Democracia Moderna, Dengering & Grau
El Cristiano Contemporáneo, John Stott
La Fe en Práctica, Charles Colson
Saints as Citizens, Sherratt & Mahurin
¿Y Qué si Jesús no Hubiera Nacido?, D. James Kennedy
Biblias:
NVI
RVR60