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“El Domingo es el Día del Señor,” Tomo I:10-11
Por:  Dr. Donald T. Moore

El primer día de la semana es el que conmemora la resurrección de nuestro Señor y es el día cuando el Cristo resucitado se presenta entre los suyos. Nos recuerda del inicio del nuevo pacto que tiene como base la muerte del Mesías con su significado inigualable y su victoria sobre la muerte. De manera que es el día predilecto en el cual el cristiano celebra su libertad de la esclavitud del pecado y conmemora su nueva creación en unión con Cristo. Es también un día de esperanza para la pronta venida del Señor. De manera que el día del Señor es tanto un memorial de la resurrección como una anticipación de su regreso. Por eso muchos cristianos nos reunimos voluntariamente para adorar al Dios de la gracia, pues no hay una ley escrita que nos obligue a reunir. Nos encontramos libres del legalismo del antiguo pacto y sus tradiciones.

            Esa práctica contrasta notablemente con el significado y el espíritu del sábado, el séptimo día de la semana. Primero, ese día es algo legal, una obligación de la ley, y se presta para legalismos, mientras el domingo no, porque su observancia es voluntaria y el amor cumple toda y cada una de las leyes. Segundo, conmemora el final de la creación del mundo material y físico y no la consumación del sacrificio expiatorio de Cristo para el espiritual. De un lado se trata de un memorial a la creación y del otro un memorial a la redención o a la nueva creación en Cristo mediante el poder de la regeneración por el Espíritu Santo. Tercero, celebra la liberación de los israelitas de la esclavitud en Egipto, no la abolición de la esclavitud del pecado de los cristianos.

            Cuarto, sugiere que sólo un día pertenece a Dios, no todos los días, y que uno es responsable por la séptima parte de su tiempo a Dios y no el 100%. Quinto, el sábado mira hacia la semana ya terminada mientras el primer día se abre hacia el futuro, hacia las esperanzas venideras en Cristo. Sexto, el sábado es primeramente un día de descanso mientras el primer día es principalmente una celebración gozosa en reunión con otros hermanos. Celebramos con ahinco nuestra unión con Cristo con acción de gracias. El Nuevo Testamento nunca transfiere las leyes sobre el descanso al primer día de la semana. Séptimo, se trata de una ley perpetua para el libertado de la esclavitud de Egipto y no tiene que ver con la emancipación eterna del pecado hecho posible en el nombre de Jesús. Octavo, como señal de la autoridad de Jehová es integral al antiguo pacto de la ley; el domingo como señal que revela el poder y gloria del Señor simboliza el fin del antiguo y el comienzo del nuevo pacto eterno de la gracia.[1] El domingo es señal constante de que el Hijo del hombre cumplió el antiguo pacto de la ley y, por lo tanto, desde el primer siglo simboliza el cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento que el sábado vislumbraba. De manera que los sabatistas en toda época al insistir en la observancia del sábado conforme a la antigua ley de Moisés se quedan conmemorando los principios elementales en vez de los más importante.

            Para el cristiano del nuevo pacto todos los días son santos y sagrados, pero debido a la victoria de Cristo sobre la muerte, nuestro último enemigo, hay un vínculo especial de gratitud con el primer día, el domingo. Es muy notable que como cristianos nos hemos quedado con una semana de siete días, pero es el domingo el día de mayor significado espiritual. De manera que existe una continuidad y una discontinuidad con el antiguo pacto. La semana de siete días y la conmemoración especial de uno de esos días se han quedado, pero lo nuevo es la celebración de lo peculiar al cristianismo -- la resurrección del Mesías que había de venir. Hay que reconocer, entonces, que efectivamente existe ese aspecto permanente en el cuarto mandamiento.

            Aun el nombre del día especial cristiano sugiere un origen en las escrituras, haciéndolo el día de descanso bíblico. En Apocalipsis 1:10 aparece la frase "el día del Señor (griego: kyiaki geméra) que está vinculado con la experiencia espiritual de la adoración del apóstol que "estaba en el Espíritu." Juan escribió ese calificativo diferente a la forma normal para aludir a la segunda venida o el día de juicio final del mundo (1 Tes 5:2; 2 Tes 2:2; 2 Pe 3:10; griego: geméra tou kyriou). Esto y el contexto hacen claro de que el apóstol se refiere a un día especial de veinticuatro horas cuando éste adoraba a su Señor. Se tradujo al latín en la Vulgata de San Jerónimo como dies dominica que con el tiempo se abreviaba a dominica y que se puede traducir al español con día señorial o día dominical. De allí tenemos la designación en el español de domingo. Parece que los traductores de la Versión Reina Valera (1909) y la versión católica de Torres Amat entendieron esto bien con su traducción de la frase como domingo (Apo 1:10).[2] Ya que la forma gramatical en el griego no es un genitivo, no dice que el día fuera la posesión del Señor, sino que le fuera dedicado por la iglesia primitiva en obediencia al mandato del amor del Señor. De manera que cada domingo es día consagrado al Señor y a su memoria, porque El alivia nuestras cargas y nos da descanso (Mt 11:28) y porque es a través de El, con El y en El que entramos al reposo eterno de Dios (Heb 4:1-11).

            Cabe señalar que en nuestra observancia del domingo es menester aplicar los principios y el ejemplo del Señor en relación con el día de reposo en vez de buscar instrucciones sobre el sábado en el Antiguo Testamento. ¿Cuáles fundamentos sobresalientes, positivos y edificantes caracterizan su observancia de ese día? Primero, el Hijo del hombre siempre adoraba a Dios en unión con otros hermanos de la fe. Se congregaba siempre el día de reposo. Siempre leía y estudiaba la Palabra de Dios, dando alabanza y gloria a su Padre celestial. Esto significaba reconocerle a El como el Señor de Su día. Para nosotros significa ejercer una fe que renuncia toda autosuficiencia para salvarnos y depender solamente de Dios y de su gracia para la liberación del pecado. Asimismo, es una fe que se manifiesta en la reunión voluntaria y gustosa con otros hermanos para la adoración de Dios. ¿Nos sugiere, además, que debemos buscar evitar cualquier acción que impidiera a que otros sirvieran al Señor en Su día?

            Segundo, el rito, la ceremonia y las leyes sobre el comportamiento le eran menos importantes para Jesús que la práctica del amor durante ese día. Definitivamente eso nos sirve de ejemplo para que estemos prestos a hacer el bien al prójimo y a otras criaturas de Dios en ese día. Es un día para ayudar a otros -- y de esa manera servir a Dios -- más bien que buscar satisfacer nuestros propios deseos. (¿Nos sugiere algo en relación con la ley de cierre?) Es un día para practicar obras de necesidad y misericordia. Tercero, era un día de constante actividad espiritual para Cristo. No era su día principal de descanso, mucho menos uno de sus días de descansar de su misión espiritual con el propósito de recreación o reunirse con la familia.

            La observancia apostólica de ese día también es instructiva. Para ellos fue un día de apartar la ofrenda cristiana (1 Cor 16:2), de alabanza y de oración, de recordar y agradecer al Señor por su sacrificio (Mc 16:14-18; Lu 24:36-49; Jn 20:19-29; Mt 28:16-20; Hch 2; 20:7, Apo 1:10) y sobretodo fue el día de "partir el pan" (la cena del Señor: Hch 2:42, 46; 4:32; 20:7; 20:11; 27:35; 1 Cor 11:17-34). Mientas que en el Antiguo Testamento la característica sobresaliente del sábado fue el descanso del trabajo, no fue lo que prevalecía en el primer día entre los discípulos cristianos; se distinguía por ser el día de partir el pan y de gozo por la victoria sobre la muerte.[3]

            Si seguimos los principios de Jesús y los apóstoles para el día del Señor, viviremos mejor y podremos actuar con más sabiduría en relación con las controversias sobre cuándo adorar y cómo guardar su día.

 

     [1]Un erudito afirma que uno que considera su deber abandonar el domingo para guardar el sábado en efecto está negando el paso del antiguo pacto al nuevo, y por lo tanto, a que Jesús fuera el Mesías.

     [2]La misma expresión aparece en dos escritos casi contemporáneos con el apóstol Juan con el mismo sentido del domingo señalado (Didache y Carta a los Magnesianos por Ignacio).

     [3]La forma de Jesús y sus apóstoles de observar el día sagrado de los judíos y los judaizantes nos sugiere que la traducción de la palabra sabbaton como día de reposo en el Nuevo Testamento no es la más acertada, pues se presta para dar énfasis en lo que no era propio para ese día entre los cristianos del nuevo pacto. La traducción más apropiada es sábado, la palabra usada por la Reina Valera Actualizada y la Reina Valera (1909).

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