“¿Es Jesús Dios y parte de la Trinidad?” Tomo VI:76-79
Por: Dr. Donald T. Moore
Supongamos que uno que no cree que Jesús es Dios y parte de la Trinidad te dice, "Yo creo sólo lo que enseña la Biblia. ¿Alguna vez has visto la palabra 'Trinidad' en ella?"[1] La gente como él supone que sólo si la palabra aparece en la Biblia, el concepto es verdad. ¿Pero será posible que las Escrituras enseñan algo implícitamente?[2]
Cuando nos referimos a una verdad explícita, se trata de lo que está claro y completamente dicho sin dejar lugar a la implicación. Contrariamente una verdad implícita se refiere a lo que se entiende aunque no esté expresado directamente en palabras en los libros bíblicos. Un ejemplo de una verdad explícita es la "santidad" de Dios (Lev 19:2; Isaías 6:3; Mt 6:9; Apoc 4:8). De hecho tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, Dios es tres veces santo y sus adoradores tienen el deber de ser santos también. Un ejemplo de una verdad implícita es que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son la Trinidad, o sea, son tres las "personas" en una sola deidad.
Se siguen varios pasos hermenéuticos en el proceso de descubrir una verdad que se enseña implícitamente en las Escrituras. Primero, debe ser fundamentada en una o más verdades explícitas en la Biblia. Un estudio doctrinal intenta juntar las enseñanzas de toda la Biblia sobre un tema en particular. Se tiene que comparar, clasificar y relacionar las ideas de estas enseñanzas y luego sacar las inferencias teológicas de las mismas. Este es el proceso que se sigue para comprender la doctrina de la Trinidad.
La doctrina trinitaria de Dios, una verdad implícita, se fundamenta sobre la base de las verdades explícitas en ambos testamentos. En este primer paso encontramos cuatro verdades explícitas.[3]
Primero, el Padre es Dios. En ambos testamentos pero más en el Nuevo se refiere a Dios como "Padre" explícitamente (Jn 6:27; Ro 1:7; Gá 1:1; 1 Pe 1:2).
Segundo, Jesús es Dios. Los escritos apostólicos en la Biblia enseñan explícitamente que Jesús es Dios (Ro 9:5; 1 Jn 5:20; Jn 20:28-29; Tito 2:13; He 1:8). Pero también Jesús reclamó ser "el primero y el último" (Apo 1:17) y este nombre exacto Dios usó para referirse a Sí mismo (Is 44:6). Además, los nombres divinos de "YHWH" y "Elojim" son usados para referirse a Jesús como el Mesías (Is 9:6; 40:3; comp. Jn 8:58 y Ex 3:14). De manera parecida el Hijo hace obras que únicamente Dios puede hacer, como, por ejemplo, crear el universo (Co 1:16; comp. Is 44:24).
Tercero, el Espíritu Santo es Dios, pues es el "Espíritu de Dios" (Gn 1:2; Ex 31:3; Ez 11:24; Ro 8:9, 14; 1 Jn 4:2) y tiene los atributos de la deidad, incluyendo la omnipresencia (Sal 139:7-9), la omnisciencia (1 Co 2:10-11) y la eternidad (He 9:14). Hace obras que únicamente Dios puede hacer tales como participar en la creación del universo (Gn 1:2; Job 33:4; Sal 104:30), engendrar de manera milagrosa al Mesías en la matriz de María (Lu 1:35), resucitar a Cristo (Ro 8:11) e inspirar las Escrituras (2 Ti 3:16; 2 Pe 1:21).
Cuarto, existe solamente un Dios. La unicidad de Dios se enseña en toda la Biblia (Dt 6:4; Is 44:6; Jn 5:44; 1 Co 8:4; 1 Ti 2:5; Stgo 2:19).
De estas cuatro "verdades explícitas podemos inferir la verdad implícita que dentro de la unidad del único Dios hay el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Pero ¿cómo podemos entender esto? ¿Son Padre, Hijo y Espíritu Santo modos de la manifestación del único Dios o son personas distintas dentro de la deidad?" Estas inquietudes nos llevan al segundo paso: una verdad implícita no debe contradecir ninguna verdad explícita de las Escrituras o alguna verdad legítimamente implícita. Dos otras verdades bíblicas adicionales fijan los límites claros sobre nuestra comprensión de la doctrina de la Trinidad.
Primero, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son personas. Aunque la Biblia no los identifica como personas per sé, es razonable inferir que son personas en base a las afirmaciones explícitas en las Escrituras. El Padre se relaciona con personajes bíblicos de forma personal (Jn 3:35) y manifiesta los atributos de personalidad como intelecto (Mt 6:8), emociones (Gn 6:6; Sal 86:15) y volición (Mt 12:50). Asimismo el Hijo se relaciona con otros seres humanos de forma personal (Jn 11:41-42) y manifiesta los atributos de personalidad, como intelecto (Jn 2:24-25), emociones (Mt 9:36; Jn 11:35) y volición (Lu 22:42). También el Espíritu Santo se relaciona con el hombre y la mujer de forma personal y manifiesta los mismos atributos de personalidad, como intelecto (Ro 8:27; 1 Co 2:10-11), emociones (Is 63:10; Ef 4:30) y volición (1 Co 12:11). Como consecuencia la personalidad de cada uno se enseña en forma implícita en la Biblia; por ende, son personas.
Segundo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son distintos uno del otro. El Padre y el Hijo se conocen uno al otro (Mt 11:27), se aman uno al otro (Jn 3:35) y hablan uno al otro (Jn 11:41-42). El Espíritu Santo descendió sobre Jesús en Su bautismo (Lu 3:22), es llamado otro Consolador (Jn 14:16),[4] y fue enviado por el Padre y Jesús (Jn 15:26), y glorifica a Jesús (Jn 16:13-14). Por ende tenemos que concluir que los tres en conjunto comprenden el único Dios pero a la vez son personas distintas -- no modos de la manifestación divina, pues cualquier otra conclusión involucraría una contradicción de una o más verdades explícitas e implícitas de la Biblia.
El tercer paso se expresa de la siguiente manera: Una verdad implícita es legítima siempre y cuando abrace y explique todos los hechos relevantes bíblicos. Si pasamos por alto la verdad doctrinal en cuanto a las personas y personalidades distintas de los tres, abrazaríamos la doctrina falsa del modalismo. Si pasamos por alto la verdad doctrinal en cuanto a la unicidad de Dios, abrazaríamos también una doctrina falsa de triteísmo o aun politeísmo. Por lo tanto, cabe reiterar la importancia de tomar todo lo que la Biblia enseña sobre esta doctrina. Cuando lo hacemos, concluímos que el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios, pero los tres separadamente son personas distintas una de la otra. Puesto que la doctrina implícita de la Trinidad incluye todos los hechos relevantes bíblicos, podemos concluir de que se trata de una doctrina igual de legítima a las enseñanzas explícitas en las Escrituras.
El cuarto paso: la verdad implícita tiene que concordar con una interpretación acertada de los textos bíblicos. Mateo 28:19 sirve de ejemplo. Después de Su resurrección, Jesús dio a sus discípulos un mandato misionero a discipular y enseñar a todas las naciones, mandándolos a bautizar "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (RVA). El vocablo "nombre" es singular, no plural; por ende se refiere a la unicidad de Dios. No obstante, el artículo definido repetido antes de cada uno de los tres, o sea, el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo, subraya la identidad de cada uno como individuo o persona. Así que Jesús no dijo en forma plural en los "nombres" de los tres; tal referencia, equivaldría a decir en el nombre del Padre y en el nombre del Hijo y en el nombre del Espíritu Santo y señalaría a tres seres separados. Además, si hubiera dicho, en el nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo (sin el artículo definido repetido tres veces) podría señalar que las tres designaciones se refieren a una sola persona. Concluímos, pues, que primero Jesús declara la unidad o singularidad de los tres con el uso de "nombre" y luego subraya la distinción entre ellos tres con la repetición del artículo definitivo tres veces.[5]
El quinto paso: una verdad implícita debe tener la capacidad de contrarrestar las objeciones. A veces se argumenta que la Trinidad no puede ser verdad, porque Jesús fue una deidad inferior al Padre. De hecho los Testigos de Jehová normalmente señalan versículos, tales como Juan 14:28, 1 Corintios 11:3 y Colosenses 1:15, que para ellos niegan la deidad absoluta de Cristo. No obstante, en cada caso basan su interpretación en una traducción radicalmente prejuiciada y gravemente defectuosa de la Escritura (La Traducción del Nuevo Mundo)" o imponen su propio significado predeterminado sobre estos versículos bíblicos.
También, los Testigos de Jehová arguyen que la Trinidad (tres en uno) es ilógica. Como cristianos podemos responder que esa doctrina significa una verdad más allá de la lógica humana, pero no la contradice, pues no se trata de tres dioses en uno sólo o tres personas en una persona. Si fuera así, sí sería ilógico. No obstante, no hay nada contradictorio en afirmar que hay tres personas en un Dios, pero sí es cierto que el concepto puede ser paradójico, lo cual señala una aparente contracción.
El hecho de que estas objeciones y otras pueden ser contestadas razonablemente enfatiza la validez de esta doctrina implícita de la Trinidad. La verdad es que "Si yo creo todo lo que dice la Biblia acerca de cierto tema y uso un término que no aparece en la Biblia para describir toda la enseñanza bíblica sobre el tema, ¿no es cierto que yo estoy hablando con más veracidad acerca de la Palabra que alguien que se limita a sí mismo únicamente a términos bíblicos, pero rechaza algún aspecto de la revelación divina?" La respuesta a este interrogante tiene que ser un sí enfático a ese error, que aquí corregimos.
(Sdtrinid.)
[1]En una ocasión un Testigo de Jehová me hizo este argumento. Le respondí, "Tampoco encuentro en la Biblia "el salón del reino." El me respondió, "Tu me quieres quitar a mí mi iglesia." Le contesté, "Y tú me quieres quitar a mí mi Dios." Se quedó sin poder contestarme.
[2]Ver "¿1 + 1 + 1 = 1 ó 1 + 1 + 1 = 3?" Las Doctrinas Sanas y las Sectas Malsanas, Vol. I:1-3 y "Las Sectas ¿cómo malinterpretan la Biblia (Parte 3)," La Sana Doctrina XVIII:2 (Marzo-abril 2003), 1, 8-9 o DSySM V, 12, 20-21. También sigo de cerca los argumentos de Ron Rhodes en "The Trinity: A Case Study in Implicit Truth," Christian Research Journal (Vol. 29:01, 2006), 52-53.
[3]No usamos 1 Juan 5:7-8, porque el pasaje apareció por primera vez en la carta de Juan en 1522 d.C. y desde hace siglos estudiosos de la Biblia sabían que no solamente los versículos no son parte del texto sagrado sino que no son esenciales para afirmar la doctrina de la Trinidad, pues aunque la iglesia primitiva no tenía conocimiento de estos versos, no obstante afirmaron claramente esa doctrina en el Concilio de Calcedonia (451 d.C.). (Ver también "Preguntas y respuestas acerca de la Biblia," DSySM, Vol 1:256-267.
[4]Ver "¿Quien es el Consolador?," La Sana Doctrina XXI (Enero-feb, 2006), 8-12.
[5]Rhodes cita Robert L. Reymond, Jesus, Divine Messiah: the New Testament Witness (Phillipsburg, NJ: Presbyterian & Reformed Publishing, 1990), 84, y Daniel B. Wallace, The Basics of New Testament Syntax: An Intermediate Greek Grammar (Grand Rapids: Zondervan, 2000), 94.