“El Jesús histórico del ‘Jesus Seminar,’” Tomo III:140, 148-151
Por: Dr. Donald T. Moore
La búsqueda moderna por el Jesús de la historia que comenzó en el siglo XVIII se dividió en dos grupos, aquellos que aceptaban una cosmovisión cristiana y otros más racionalistas que negaban los milagros en la historia y la naturaleza. Estos últimos crearon a un Jesús que no era Dios encarnado y que no hacía ningún milagro, y así conformaba a su sistema de creencias racionalistas, uno muy distinto a la figura en los evangelios.[1] El "Jesus Seminar," un grupo de estudio sobre el Jesús histórico, es la última versión y promotor de este cuadro de una figura desnuda de todo poder sobrenatural. Se parece a lo que Pablo identificó como "otro Jesús" (2 Cor. 11:4). Dos de los libros que así lo representan son The Historical Jesus por J. D. Crossan y The Five Gospels por R. W. Funk, el director del Instituto Westar y fundador del "Jesus Seminar."
En el peregrinaje intelectual de Robert W. Funk, después de dejar sus estudios teológicos en un seminario teológico y de ser desilusionado por la falta de libertad intelectual en su enseñanza universitaria, estableció un instituto para investigaciones independientes con el propósito de montar "un asalto de frente" contra "el analfabetismo religioso" que permea la sociedad. El primer proyecto del instituto fue la colección y la evaluación de todas las palabras y acciones atribuídas a Jesús.
Según Funk, Jesús apuntó a sus discípulos más allá de este mundo y aun de sí mismo hacia su "visión" del Reino de Dios. Esta visión fue una en la cual Jesús esforzaba a socavar el status quo, sacudir las sensibilidades convencionales de vergüenza y honor del pueblo, participar en una resistencia no-violenta a la opresión y promover la inclusión de todos en una sociedad saturada ya de prejuicio hacia los de afuera. De ninguna manera quería Jesús enseñar principios morales a sus seguidores, pero hablaba con mucha ambigüedad para mantener desequilibrada a la gente.
Lamentablemente, según Funk, los seguidores de Jesús cambiaron su "visión" por la de un "vidente" y transformó el iconoclasta en "un icono." Así concluye Funk convencido de que el Nuevo Testamento "oculta" al "Jesús real" con la misma frecuencia que "lo revela." Afirma que su propio método es el más honrado, ya que todos los constructos en últimas instantes son ficticios. Por eso Funk propone usar toda la información accesible y de esa manera "redescubrir" al Jesús histórico quien ha sido "enterrado" en los evangelios. De esta manera propone confrontar "las muchas caras del Jesús moderno" que los religiosos han inventado y "emancipar al sabio galileo de la maraña superficial que ha oscurecido en parte la persona de Jesús y sus dichos." Así subraya su creencia que la fe cristiana ha distorsionado la imagen del Jesús "real."
Algunas de sus señalamientos tienen valor -- tales como su énfasis en establecer una fe hoy en el Jesús que tenga base histórica y no subjetiva, su insistencia en que hay límites en lo que el erudito puede decir acerca del Jesús histórico y la importancia de estar dispuesto a examinar información acerca de Jesús de Nazaret de todas las fuentes accesibles. Sin lugar a duda el último punto nos recuerda de la importancia de utilizar toda la evidencia genuina y conocida en la investigación. No obstante, la obra de Funk tiene defectos serios; primero, por su actitud de superioridad hacia quienes difieren de él. Aun supone que aquellos que afirman "los evangelios tradicionales" están atados a una "ortodoxia" que les sirve como un escudo artificial para las convicciones que no están abiertas para la evaluación crítica. Parece no admitir la posibilidad de que un estudioso ortodoxo y evangélico pueda reconocer la necesidad de someter sus convicciones a un examen crítico. De hecho parece pensar que nadie que no está de acuerdo con él podría aportar algo valioso en un debate académico, pues se refiere a ellos como "los que pretenden buscar." Asimismo, Funk no reconoce que algunas de sus premisas podrían prejuzgar sus conclusiones, como es el caso de él cuando acepta el Evangelio de Tomás como una fuente primaria sobre la vida de Jesús y cuando devalúa consistentemente los evangelios canónicos.
Funk y el "Jesús Seminar" terminan haciendo lo mismo que han hecho la mayoría de los eruditos que pasan su tiempo en la búsqueda del Jesús histórico -- sencillamente hacen un nuevo constructo de Jesús basado en sus propios prejuicios y convicciones. Esto es algo irónico a la luz de la insistencia de Funk de la necesidad de ser riguroso en evitar este tipo de reconstrucción.[2] Aunque reclama reconstruir a un Jesús histórico objetivo a base de principios "científicos y críticos" y libres de presuposiciones, en realidad está bien sometido a la influencia de sus propias dogmas racionalistas. Sufre su interpretación, porque ha fracasado en entender la naturaleza del conocimiento histórico.[3]
Toda historia escrita es una interpretación. Como resultado los historiadores del "Jesus Seminar" han seleccionado ciertos hechos y los han interpretado al punto de distorsionarlos, usando su imaginación libremente. Por eso crean a un Jesús que cuadra con sus propios intereses. El Profesor Otto Betz indica que el constructo de ellos de Jesús en realidad no es de ningún modo un judío del primer siglo d.C. sino un héroe de nuestros tiempos, un alborotador espiritual que se parece a un profesor bien preparado y conformista estadounidense.[4] Así que estos eruditos describen su propia reflexión vista en un espejo.
¿Cómo podrían estos escritores producir un cuadro tan distorsionado de Jesús? Se debe a varios factores, tales como sus supuestos racionalistas, su concepción falsa de la historia como una ciencia objetiva, un entendimiento equivocado de la formación de los evangelios y un método histórico defectuoso.
El Evangelio llamado "Q." Durante el siglo XIX ciertos eruditos sacaron episodios de los evangelios de Mateo y Lucas pero ausentes de Marcos y crearon un documento hipotético de los "dichos de Jesús." Lo llamaron "Q." Sin embargo, nunca lograron demostrar la existencia de tal documento compuesto por estos episodios. Se debilitó su teoría, también, con el descubrimiento de muchos diferentes tipos de episodios que aparecieron en los tres evangelios y que tenían señalamientos que concordaban con Mateo y Lucas pero contrario a Marcos. Así que, o "Q" fue un protoevangelio o, lo que es más probable, una variedad de episodios que los tres evangelistas usaron.
"Q" como un documento de dichos, entonces, no tiene ninguna base histórica. No obstante, el "Jesus Seminar" lo acepta y lo usa de manera acrítica y caprichosa. Aun más allá de los evangelios canónicos abrazaron El Evangelio de Tomás, un documento de "dichos de Jesús" que tiene fecha para el año 400 d.C.
Este Seudo-Tomás, descubierto en Egipto en 1945, tiene cierta relación con fragmentos de 18 de los "dichos de Jesús" que están fechado para 250 d.C. y tienen similitudes a otros evangelios apócrifos de ese tiempo. Evidencian una dependencia de los evangelios canónicos del primer siglo, pero sufrieron cambios sectarios. Posiblemente surgieron tarde en el siglo II, pero no hay ninguna evidencia en los hechos por este documento y su presentación de Jesús como un revelador gnóstico que prueba que se trata de un escrito mucho más tarde que el siglo I. De ningún modo se puede usar El Evangelio de Tomás en una reconstrucción del Jesús histórico.
También los escritores del "Jesus Seminar" aceptan supuestos acríticos y fuera de fecha en cuanto al estudio de la formación y la transmisión de los episodios en los evangelios, disciplina que se conoce como la crítica de las formas. Siguen a los pensadores racionalistas del siglo pasado quienes, a base de ciertos estudios del folklore oral en sociedades analfabetas, suponía que se usaba el mismo proceso en la transmisión de tradiciones religiosas judías en Palestina, una sociedad altamente alfabeta.[5]
En este sentido, reflejan la crítica de las formas de los 1920, que suponían que los episodios de los evangelios fueran creados y transmitidos como tradiciones folklóricas orales, y que un cuento o dicho atribuido a Jesús por cualquier evangelista o profeta podría ser aceptado como parte de la tradición y luego incorporado en los evangelios. Los últimos desarrollos en la investigación, tanto literaria como histórica y en especial el hallazgo de los Rollos del Mar Muerto, hacen que este enfoque sea muy dudoso.
Según Ellis, las tradiciones de los evangelios no indican una etapa oral anterior a la transmisión, pero sí muestran patrones uniformes que reflejan desde su creación un diseño y una construcción cuidadosamente cultivados. Además, muestran un proceso continuo de formación de tradiciones en el cual, como E. Guettengemanns demostró, una transición de los procedimientos folklóricos orales a los procedimientos observables en los evangelios sería virtualmente imposible. Por lo tanto, un origen folklórico de la tradición de los evangelios ha de ser excluido.[6]
En el judaísmo del primer siglo, tanto en los Rollos del Mar Muerto como en las escuelas rabínicas, la transmisión de las tradiciones fue un proceso riguroso y sistemático. Esto fue el mismo proceso que se usó para las tradiciones acerca de Jesús. Por ejemplo, probablemente se leía el discurso escatológico en las iglesias cristianas desde el 30 d.C. cuando el emperador Caligula trató de instalar su estatua en el templo de Jerusalén (Mt. 24:15, Mc. 13:14). Más o menos una década después se daba un uso parecido al sermón del monte.[7]
Puesto que los primeros tres evangelios no demuestran conocimiento de la Guerra Judía de 66-70 d.C. -- un evento muy relevante a sus temas -- no es probable que fueron escritos después de a mediados de los años 60, muy apenas tres décadas después de la resurrección de Jesús. De manera que difícilmente pudieron haber surgido en un tiempo tan corto mediante un proceso del folklore oral. De hecho no fue una separación en el tiempo sino en la distancia geográfica de las congregaciones con su liderato apostólico lo que ocasionó la composición por escrito de las palabras y los hechos de Jesús. Su necesidad existía ya durante el ministerio terrenal de Jesús cuando a sus seguidores, tanto en Galilea como Judea, hacían falta resúmenes por escrito de las enseñanzas del Señor para el uso en la instrucción y el evangelismo una vez que Jesús se marchaba. Estos y otros desarrollos han servido para debilitar o desacreditar cualquier reconstrucción del Jesús histórico a base de las trasmisiones folklóricas de las tradiciones del Evangelio.[8]
¿Qué de los resúmenes evangelísticos? Uno de los avances más significativos en la investigación del Nuevo Testamento durante las últimas cuatro décadas ha sido el reconocimiento de que la transmisión de las palabras y de la obra de Jesús tuvo su raíz principal en Su entrenamiento de unos estudiantes selectos para llevar Su mensaje a los pueblos no alcanzados y a sus seguidores sedentarios. Como consecuencia, las tradiciones del evangelio fueron formuladas en resúmenes episódicos, en parte por Jesús mismo para el uso de los apóstoles y en parte por los apóstoles en los primeros años de la iglesia en Jerusalén. Fueron reformuladas, rearregladas y actualizadas por estos hombres y sus colaboradores proféticos. Según Ellis, pronto fueron compiladas para formar los evangelios actuales en las cuatro misiones apostólicas aliadas -- la jacobina (Santiago)/Mateo, la petrina (Marcos), la paulina (Lucas) y la Juanina -- y con el paso del tiempo en toda la iglesia.[9]
Está claro que el Jesús histórico es el del historiador. Pero ¿de cuál historiador? La iglesia ha escogido al Jesús histórico cuádruple de los estudiosos contemporáneos de Jesús que tuvieron contacto directo con El mientras que el del "Jesus Seminar" es una reconstrucción 2,000 años después de los eventos, que ha incorporado todos los supuestos, prejuicios y cegueras de sus creadores. ¿Cuál cuadro tiene más probabilidad de ser la mejor representación de la vida y enseñanza de Jesús de Nazaret? No debe ser difícil de responder a esa pregunta.[10]
[1]Ellis, E. Earle. "The Jesus Seminar: refuting a flawed historical portrait of Christ," Southwestern News, (Winter, 1996), p. 7, 33. Su análisis es clave para esta parte de esta Sana Doctrina.
[2]Compare los comentarios de H. Alan Brehm sobre el libro de Robert W. Funk: Honest to Jesus en Southwestern Journal of Theology, 41 (Fall, 1998), pág. 119-120.
[3]Ellis, p. 7.
[4]Ellis, p. 7.
[5]Ellis, p. 7.
[6]Ellis, pág. 7, 33.
[7]Ellis, 33.
[8]Ellis, 33.
[9]Ellis, 33.
[10]Ellis, 33.