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“¿Por qué Jesús no se apareció a su madre?” VI:97-99
Por:  Dr. Donald T. Moore

               Cuando Jesús resucitó, dejó la tumba vacía (Lu 24:1-6; Jn 20:1-8; Mr 16:1-6; Mt 28:1-7) y se apareció corporalmente en por lo menos once diferentes ocasiones[1] y una vez a más de 500 personas (1 Co 15:6). Entre sus apariciones corporales se apareció a por lo menos tres personas solas, pero algunos hoy se sorprenden que no hay ninguna mención por nombre de una aparición a su madre, María.[2] ¿Por qué Jesús no se le apareció a ella?

            Primero, podemos estar seguro que no fue porque no la amaba. Hizo muy evidente su profundo amor desde la cruz al entregarla al cuidado del apóstol Juan (Jn 19:26-27), el único apóstol junto al madero en ese momento. De manera que la amaba y tenía mucho interés en su futuro bienestar de la misma manera que la cuidaba con gran esmero antes del comienzo de su ministerio público.

            Segundo, entre las once apariciones la Biblia hace referencia a ciertas mujeres, pero sólo en dos instantes a las otras mujeres (Mt 28:8-11) y a María Magdalena (Mr 16:9-11; Jn 20:11-18). ¿Por qué sería que Jesús se les apareció a esas damas en vez de su propia madre? Ya que no dudamos del amor de María por su Hijo, ¿por qué ella no se encontraba entre las otras mujeres y por qué no acompañó a María Magdalena a la tumba? Estas "otras mujeres" madrugaron muy preocupadas por el cuerpo del Señor, ya que días antes habían dejado Su cadáver sin la debida preparación. Así que tomaron la iniciativa para terminar el trabajo con Su cadáver. ¿Sería por su estado de desánimo? Evidentemente la madre de Jesús no se sentía con suficientes fuerzas para acompañar a las otras mujeres tan temprano en la madrugada a la tumba que José de Arimatea había prestado para el uso de Jesús. ¿Sería que la experiencia del arresto y la pasión de su Hijo le había dejado tan agotada y que el golpe era tan fuerte que ella se sentía demasiado débil para ir y presenciar lo que quedaba del cuerpo lacerado y ensangrentado que ella había dado a luz hacía más de tres décadas?

            De otro lado ¿por qué Jesús no se apareció a ella para consolarla en su profundo dolor y pesar personal como madre? Probablemente se debía a que el Maestro divino sentía más la urgencia de dar prioridad al alcance de los futuros líderes claves de la iglesia naciente primitiva la cual estaba en peligro de extinción. O sea, Su revelación como el Señor glorificado y el fortalecimiento de la fe, determinación y perserverancia de los apóstoles y discípulos eran esenciales para la continuación de Su obra, ministerio y misión en la tierra. Por eso sólo se apareció a Simón Pedro (1 Co 15:5) y a Su propio hermano Santiago (Jacobo) (1 Co 5:7) a solas. ¿Por qué a ellos? ¿Se debía a que iban a ser líderes claves e indispensables para Su iglesia naciente y María no lo era? Santiago y Pedro iban a ser dos columnas fuertes y especiales a partir del día de Pentecostés tal como nos describen los primeros capítulos del libro de los Hechos. Pero hay un tercer caso excepcional y fue la aparición del Señor resucitado a Saulo o Pablo en el camino a Damasco (Hch 9:9-9, 15-16), como si fuera uno nacido fuera de tiempo. Iba a ser el apóstol misionero a los gentiles y el autor inspirado de un número elevado de libros bíblicos. Notamos que sólo en el capítulo primero de los Hechos se menciona a Su madre, María, por nombre posterior a la resurrección de Cristo. Estaba reunida con otras mujeres y los apóstoles para orar y esperar por la venida del Espíritu Santo conforme al mandato de su Hijo. Así que María era sólo un miembro más de la comunidad cristiana en el aposento alto y después.

            ¿Sería también que el Señor resucitado no se apareció a ella, porque el Dios soberano y omnisciente sabía que en la historia del cristianismo muchos ensalzarían a la persona de María demasiado? ¿Que iban a tener la tentación y la tendencia de venerarla y hasta, en algunos casos, adorar a la madre de Jesús más que al propio Hijo del Padre celestial, quien lo envió a derramar Su propia sangre por Su pueblo? ¿Que iban a acudir primero a la mujer que dio a luz al Redentor que nació en Belén? ¿Que la iban a honrar y a rogar a María más que al mismo Salvador y luz del mundo? Aun durante su vida antes de su crucifixión Jesús quiso alejarse o distanciarse de ella en ocasiones. Tal vez la primera vez que esto ocurrió fue a la edad de 12 años en el templo en Jerusalén y después en Caná de Galileo cuando ya tenía 30 años. Casi como regaño preguntó a sus ansiosos padres que le buscaban (Lu 2:49): "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los asuntos de mi Padre me es necesario estar?" En la boda de Caná le da a su madre la enigmática respuesta (Jn 2:4): "¿Qué tiene eso que ver contigo y conmigo, mujer?" Luego después del mensaje de Jesús sobre los espíritus inmundos una mujer le comentó: "¡Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que mamaste!" Pero Jesús respondió enérgicamente: "Más bien, bienaventurados son los que oyen la palabra de Dios y la guardan" (Lu 11:27-28). De esta manera subrayó más la importancia de aquellos que Le obedecían a El y le eran fieles que la relación maternal. También en otra ocasión en Su ministerio público en Galilea María y los hermanos de Jesús Le mandaron llamar desde afuera de la casa, pero El puntualizó que la familia carnal no era Su familia principal ahora, sino la espiritual. Dijo sin rodeos: "Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la hacen" (Lu 8:20-21; Mt 12:46-50). Estas palabras tuvieron que ser muy chocantes para Su madre y Sus hermanos. Además, en ese mismo evangelio de Lucas aparecen las retantes palabras de Jesús que se tiene que aborrecer a madre y a otros de la familia; si no, uno no puede ser discípulo de Jesús, el Cristo (Lu 14:26). Concluímos, pues, que una manera de hacer más lenta la tendencia de honrar a María en demasía sería pasarla por alto en las once apariciones corporales de nuestro Señor.

 

    

 

 

[1](1) La aparición a María Magdalena; (2) a otras mujeres; (3) a los dos discípulos en el camino a Emaús; (4) a Simón Pedro; (5) a los discípulos menos Tomás; (6) a los discípulos con Tomás presente; (7) a los siete discípulos (mar de Galilea); (8) a más de 500 personas cuando da la gran comisión; (9) a Santiago (Jacobo), el hermano del Señor; (10) a los discípulos y otra comisión misionera; (11) la última aparición y la ascensión al cielo. Ver el Una Armonía de los Evangelios de A. T. Robertson y Cecilio McConnell M. Los Evangelios en Paralelo (El Paso: CBP, 2001).

[2]"Las apariciones," Doctrinas Sanas y Sectas Malsanas I:276-285; "Creemos en la Virgen María," DSySM I:46-52; "Compartiendo nuestra fe con los católicos," DSySM III:17-18.

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